He tenido la ocasión, o el
privilegio, de poder contemplar varias veces el Pórtico de la Gloria. Después
de la amplia restauración que le ha devuelto la policromía original y su pasado
esplendor sólo he podido observarlo con la aplicación diseñada por la Fundación
Barrié. La ventaja es que puedes analizar hasta el más mínimo detalle, con
calma, sin apreturas, desde la comodidad de tu casa.
Si te decides a emprender ese
estudio fíjate en el báculo en que se apoya el Apóstol. Verás que tiene forma
de tau. Hasta 1460, todas las estatuas sagradas presentaban báculos con esa
forma. El chivatazo se lo debo a Fernando Sánchez Dragó y a su libro Gárgoris y Hábidis. En el capítulo
correspondiente al Camino de Santiago, sobre el que volveré varias veces,
informa que la tau “era letra indispensable en el cuadrado mágico de los
alquimistas y diagrama henchido de resonancias esotéricas entre los hombres de
la antigüedad”. Quizá por esas connotaciones paganas cayó en desuso o fue
anatemizado. Los gallegos lo utilizaron hasta inicios del siglo XVI.
Esa forma de tau remataba la
larga estela de la Vía Láctea, del Camino de las Estrellas, del Camino de
Santiago. Sobre el cielo de Finisterre, continuaba Sánchez Dragó, brillaba la
constelación del Tahalí o de las Tres Marías o Báculo de Santiago, con la misma
forma. Prometo apuntarme a un curso de astronomía.
Más curioso me pareció el uso
del báculo del peregrino, que reseñaba también en su obra:
Según el
astrónomo Lehmann-Nitsche, el báculo jacobeo es y pudo ser una especie de
cuadrante o instrumento de orientación. Para ello basta con añadirle un palitroque
corredizo que se levante hasta formar un ángulo recto con la cachaba. Este
sencillo artilugio permite calcular la altura de los cuerpos celestes y
enderezar, con arreglo a la misma, los inevitables despistes del profano que se
adentra por los caminos nuevos.
Aquella mañana, al observar mi
bastón, que habitualmente colgaba de la cinta y de mi muñeca, no encontré nada
del carácter mágico o romántico del báculo. Era recto, retráctil, ligero, útil
en las subidas y bajadas, nos daba seguridad, nos acompañaba en el llano. Ni
rastro de la forma en tau, con lo que carecía de propiedades orientadoras. Para
eso estaba la brújula del móvil y aplicaciones como Google Maps, menos sugerentes, pero enormemente eficaces, sobre
todo para encontrar los hoteles o para alguna referencia urbana.
Sin duda, el moderno peregrino
desconocía la utilidad del antiguo báculo en forma de tau. Los báculos actuales
eran signos distintivos del caminante con destino a Compostela.
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