La niebla casi impedía ver el
puente Rainbow y el puerto. Era una estampa gris, como de tinta desleída que
estuviera condenada a desaparecer. Mostraba algo de intrigante, de fantasmal.
Quizá hubiera que plantearse si
este crucero era esencial para completar una visión de Tokio. No lo era,
cierto, pero se trataba de un paseo agradable y aportó una perspectiva
diferente de la ciudad más cercana al ciudadano, a quien vivía en el Tokio
residencial, como la parte de atrás del escenario de luces, como leí en algún
blog.
Nuestro barco no era el famoso Himiko, futurista y todo de cristal diseñado
por el dibujante de manga Meiji Matsumoto, con el que nos cruzamos. Desde el
nuestro, se podían contemplar bien las riberas y los edificios con permiso de
la lluvia y la niebla, que matizaban la claridad de las ventanas.
Fuimos cruzando los doce puentes
acompañados de la información sobre sus años de construcción y algún otro dato
interesante. Varios fueron fruto de la reconstrucción posterior al terremoto de
Kanto de 1.923. Nos llamaron la atención las compuertas que quizá actuaban como
medida preventiva contra las crecidas o para sellar el acceso a determinadas
zonas. Observamos algunas embarcaciones tradicionales, en realidad casas
flotantes, como en las inmediaciones de Shinagawa.
El recorrido por este otro Tokio
terminaba en nuestro barrio de Asakusa.
0 comments:
Publicar un comentario