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Yo me quedo en casa 2. Solidaridad versus egoísmo.

Imagen del Museo de Artes Decorativas de Madrid. Cocina.

Acabo de hablar con uno de mis sobrinos con el que comparto profesión (somos abogados). De fondo escuchaba llorar a su hija, mi sobrina-nieta, una de las damnificadas por estas circunstancias. La otra es su madre. Con el sol vistiendo de luz la mañana es difícil quedarse en casa. Más para ese terremoto de energía de catorce meses.
Mi sobrino comentaba que varios de sus clientes le estaban bombardeando con consultas sobre ayudas y subvenciones que parece que el Gobierno y la Administración en general van a ofrecer y de las que los medios de comunicación se han hecho eco, como suspensión de las cuotas de autónomos, pago parcial de nóminas por el Estado y otras más. Lo cierto es que el paso del Gobierno ha sido titubeante en su apoyo a los empresarios y lo poco que se ha anunciado es un aplazamiento del pago de determinados impuestos durante seis meses y poco más. Estamos al principio de una crisis muy diferente a las anteriores y una recesión en ciernes (esperemos que me equivoque ya que sería una buena noticia) que azotará a todos y que muchos empresarios ya están sufriendo en sus carnes con la caída del consumo y, a partir de hoy, el cierre de sus establecimientos. Los que gozan de facturación canalizada por internet aún tienen esperanzas de que palie el socavón que se aventura en las cuentas.
Algunos empresarios, no puedo determinar el alcance, plantean instar expedientes temporales de regulación de empleo (ERTE), una solución que ha aparecido con frecuencia en los medios generales y especializados. Si tienen que cerrar el bar, la tienda, o el negocio durante unos días, confían en poder suspender las relaciones laborales para ahorrar los sueldos. Esa es la visión de esos empresarios.
Vayamos a la óptica de los trabajadores. Les mandan a casa pero temen que no les abonen las nóminas, su único medio de vida, una vida que quizá vaya más bien justa, al día, o a la última pregunta. Como trabajador entraría en pánico. ¿Cómo voy a pagar la hipoteca o el alquiler, la cesta de la compra, los gastos generales? En Italia han establecido una moratoria en el pago de las hipotecas, sin poder concretar mucho más. En España será necesario un plan fiscal eficaz o caerá el sistema como un castillo de naipes.
Ya tenemos los planteamientos de las dos partes, con ansiedades enfrentadas por ser de intereses contrarios. Lo razonable sería sentarse a hablar, a negociar, a pactar. El empresario debería de mostrar liderazgo. El empleado, fidelidad. Ambos, generosidad, solidaridad. Todos deben de perder un poco para ganar todos. O vivimos juntos o morimos separados, que dijo un gran político sudafricano en la época de transición hacia el abandono del Apartheid.
¿Os imagináis cómo se reintegrará el trabajador después del ERTE si no ha recibido su sueldo? Probablemente, con sed de venganza, algo bastante humano aunque lo desapruebo totalmente. Cambien las posiciones y os dará el efecto sobre el empresario que ha soportado el gasto y ha carecido de ingresos. Mal reencuentro tras la crisis, de la que saldremos, seguro.
Por otra parte, quizá los que tengan que tramitar el expediente (administración y abogados) estén teletrabajando en precario y desbordados (no les va a faltar trabajo) y para cuando hayan resuelto el ERTE ya carezca de efectos puesto que ya habrán regresado a la normalidad simplificada. Mejor un mal acuerdo que un buen pleito. Os lo dice quien lleva más de tres décadas ante los tribunales. Hagan caso señores.
Busquemos paliativos para las desmoralizadas y enfermas empresas.

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