El pino canario es el rey
de la isla. De sus troncos gruesos y altos salen brazos extendidos, separados
del cuerpo. A sus pies, la pinaza, forma una alfombra natural.
Crecen en inestable
equilibrio, exhiben desvergonzadamente sus raíces, se muestran en formación
impenetrable incesantemente.
Es el espectáculo que se
percibe desde el coche al ascender por el Valle del Riachuelo. Desde La
Cumbrecita parece que alguien implora a los cielos con los brazos abiertos y cubiertos
de un manto verde.
En la caseta nos
instruyen, nos dan un plano de la Caldera y nos animan para recorrer el parque.
Lo iniciamos con una bajada que puede ser engañosa, ya que supone el primer
esfuerzo para las piernas, que hay que dejar caer con mesura.
Vamos a rodear una parte
del cráter del volcán y lo haremos a media altura, con la vigilancia próxima de
los Roques de la Cumbrecita y la lejana de los paredones de la Caldera. La
parte alta es roca viva.
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