Con el silencio como compañero
de ruta improvisado salimos de aquel oleaje de montañas para acoplarnos al
costado del mar. Habíamos devorado y acumulado muchas experiencias, como buenos
viajeros, y era el momento de asimilarlas. Y recordé lo que escribió Dacia
Maraini:
Los
ojos tienen la ambición de poseer las formas completas en su integridad y el
olfato, a su vez, se empecina en la pretensión de hacer pasar el mundo entero a
través de esos dos minúsculos agujeros de carne que hay al final de la nariz.
Sicilia había penetrado en
nosotros y aquel paisaje con el mar a nuestra izquierda nos ayudaba a que lo
que había pasado por nuestros sentidos con el afán de ser poseído no fuera
olvidado.
Entre mis recuerdos estaba el
día de nuestra llegada, aunque, curiosamente, ahora recuerdo más intensamente
el de la vez anterior, quizá porque lo dejé por escrito y estuvo marcado por
algún elemento gracioso, como la circulación del taxista por dirección
prohibida pitando a los que conducían en el sentido correcto.
Hacia el mar se desplegaba un
centro turístico sin demasiado encanto. Entre la autoestrada y el mar,
una hilera de chalets y de edificios bajos, siempre rodeados de jardín. La
mediana desprendía un color rojo, acariciante, tranquilo, que se balanceaba con
el paso de los vehículos. Era un paisaje típicamente mediterráneo: chumberas,
olivos, algún viñedo.
En el
mar se perfilaba un lomo que asomaba por encima de las aguas: la Isole delle
Femine. Fue un antiguo penal. Debió ser duro estar cercano al paraíso y tener
que sufrir el cautiverio. Me pregunté si sería sencillo alcanzar la costa y
volver a conquistar la libertad.
El Palermo Nuevo era una
sucesión de bloques de casas como las de cualquier gran ciudad donde se hacinaba
la población en un ambiente alienante. Poco después estábamos en el parque de
los Ingleses. Tomamos la Avenida de la Libertad y no tardamos en alcanzar el
hotel.
Un taxi nos condujo hasta la
zona de restaurantes junto al teatro. No nos sentamos inmediatamente y dimos un
paseo siguiendo nuestro instinto. La cena fue tranquila.
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