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Uzbekistán 16.La corte de Tamerlán


Y ahora, ¡pasea tu mirada sobre Samarcanda!
¿No es la reina de la tierra?
Más altiva que todas las ciudades,
Cuyos destinos tiene entre sus manos.

Edgar Allan Poe.

A lo largo de nuestra visita a Samarcanda nos preguntamos varias veces dónde se encontraba el palacio de Tamerlán, el lugar donde tenían lugar sus recepciones o desde dónde impartía justicia. Desde luego, no nos lo mostraron y tampoco pude encontrarlo cuando me sumergí en mis estudios para completar mis investigaciones sobre la ciudad y su gran benefactor. Quizá su gran palacio fue el que construyó en el lugar donde quería haber sido enterrado, Sharkhrisabz, y al que dedicó inmensas cantidades de dinero y más de 30 años de trabajos realizados por artesanos y artistas que había traído de todos los lugares conquistados.
En esta ocasión, tampoco nos sirve de referencia el libro de Ruy González de Clavijo. Los embajadores fueron recibidos por Tamerlán el 8 de septiembre de 1404. La recepción tuvo lugar en lo que describe como una gran huerta y casa, posiblemente un amplio patio que precedía a un palacio. Allí pregunta por el rey de Castilla, al que trata de hijo: “¿Cómo está mi hijo el Rey? ¿Cómo le va? Y si era bien sano”.
Tampoco encontré muchos datos adicionales en el Álbum de Turkestán, si bien se hacía referencia a un palacio, el de los Emires de Bujara que denominaban Kok Tash por el nombre del trono de Tamerlán. Allí referían que Timur había construido una ciudadela y probablemente sobre ella había sido edificado. El palacio de los Emires era posterior a Timur y sus descendientes, a los que habían desalojado en el siglo XVI. Rebusqué en la guía y en el plano pero nada me convenció sobre ese gran palacio.
Tamerlán pasó la mayor parte de su vida en campañas militares de conquista, con lo que su corte fue itinerante y se fue trasladando a los lugares que requerían su presencia más inmediata. Estaba claro que al lugar al que regresaba con más frecuencia era a Samarcanda. Allí levantaba un campamento y realizaba recepciones y espectaculares banquetes donde servían caballos y carneros, y donde corría el vino en abundancia y acababan todos ebrios. El orden de los asientos era bastante estricto y en el relato se refleja un incidente por no respetar las órdenes del Señor. En una ocasión en que los Embajadores no acudieron por un defecto en la organización del protocolo, a punto estuvo de atravesar la nariz de quien se había equivocado. Al final de las fiestas les agasajaba con regalos, como vestidos, caballos o monedas. Era un señor generoso.

El ritual de esa recepción nos lo traslada Clavijo:
Y el Señor estaba en uno como portal, que estaba ante la puerta de la entrada de unas hermosas casas que allí estaban, y estaba en un estrado llano en el suelo; y ante él estaba una fuente que lanzaba el agua alta hacia arriba, y en la fuente estaban unas manzanas coloradas: y el Señor estaba sentado en unos como almadraques pequeños de paños de seda bordados, y estaba sentado de codo sobre unas almohadas redondas, y tenía vestido una ropa de un paño de seda raso sin labores, y en la cabeza tenía un sombrero blanco alto con un balaje encima, y con aljófar y piedras. Y de que los dichos Embajadores vieron al Señor, hiciéronle una reverencia, llegando el hinojo derecho al suelo, y poniendo las manos en cruz ante los pechos: y de sí fueran adelante e hiciéronle otra reverencia, y de sí hicieron de otra, y estuvieron quietos los hinojos en el suelo. Y el Señor mandóles levantar, y que llevasen adelante: Y los Caballeros que nos tenían por los brazos, dejáronlos, que no osaron llegar adelante: y tres Mirasses que ante el Señor estaban en pie, que eran los más privados que él había, que llamaban al uno Xamelac Mirassa, y al otro Borundo Mirassa, y al otro Noraddin Mirassa, vinieron y tomaron a los dichos Embajadores por los brazos, y llevarlos hasta que estuviesen todos juntos ante el Señor, y hiciéronles hincar los hinojos. Y el Señor diciendo que llegasen adelante, y esto cuidó que lo hacía por los mirar mejor, ca no veía bien, ca tan viejo era que los párpados de los ojos tenía todos caídos; y no les dio la mano a besar, ca no lo han de costumbre que a ningún grande señor besen la mano, y esto teniéndose en mucho lo hacen.
El señor renovó su compromiso con el rey de Castilla, “el mayor Rey que hay en los Francos, que son en el cabo del mundo”.
Los embajadores abandonaron Samarcanda el 21 de noviembre sin volver a ver a Tamerlán, que se encontraba ya muy enfermo, como escribió Clavijo. Su regreso fue complicado y en más de un momento pudieron ser víctimas de las luchas que se abrieron por controlar el poder.

Sí dejaron los Embajadores constancia de diversos lugares de Samarcanda con amplias descripciones. Nos informan de la orden de construcción de un bazar al carecer la ciudad del mismo. Para ello hizo derribar las casas del trazado que planteó. Cuando algunos propietarios solicitaron audiencia para ser indemnizados él les despachó con furia y a poco estuvieron de ser ejecutados por su insolencia.
La ciudad estaba rodeada de una muralla que quizá marcaba la ciudadela y fuera de la misma abundaban las huertas y viñas:
La ciudad de Samarcante está asentada en un llano y es cercada de un muro de tierra, y de cavas muy hondas, y es poco más grande que la ciudad de Sevilla; pero de fuera de la ciudad hay un gran pueblo de casas, que son ayuntadas como barrios en muchas partes: ca la ciudad es toda en derredor cercada de muchas huertas y viñas, y duran estas huertas en lugar de legua y media, y lugar dos leguas, y la ciudad en medio y entre estas huertas hay calles y plazas muy pobladas, ca vive mucha gente, y venden pan y carne, y otras muchas cosas, así que lo que es poblado de fuera de los muros, es muy mayor pueblo que lo que es cercado.
La ciudad era un hervidero de gentes y mercancías: “Había muchas naciones, así como Turcos y árabes y Moros, y de otras naciones, y Cristianos Armenios, y Griegos Católicos, y Nascorinos y Jacobitas, y de los que se bautizan con fuego en el rostro, que son cristianos de ciertas opiniones que en la ley han…” Esas mercancías procedían de todos los lugares como consecuencia de la situación de la ciudad en los caminos de la Ruta de la Seda:
Y otrosí esta ciudad es muy abastada de muchas mercaderías que a ella vienen de otras partes, ca de Rusia y de Tartaria van cueros y lienzos, y del Catay paños de seda, que son los mejores que en aquella partida se hacen, señaladamente los setunis, que dicen que son los mejores del mundo, y son los mejores los que son sin labores. Otrosí viene almizcle, que no lo hay en el mundo salvo en el Catay, y otrosí balajes y diamantes, que son los más en esta partida, de allí vienen, y aljófar y ruibarbo, y otras muchas especies… y de la India vienen a esta ciudad las especias menudas, que es la mejor suerte de ellas, así como nueces moscadas, y clavos de girafre, y macis, y flor de canela, y jengibre y cinamomo y maná y otras muchas especies que no van en Alejandría.

Samarcanda era un importante centro de intercambio de mercancías que durante siglos había sido la causa de su prosperidad. Los Embajadores quedan impresionados por aquel movimiento. Hasta la ciudad se desplazaron otros embajadores, como el de Babilonia, con el que realizan parte del trayecto, o los de otros territorios sometidos y que acuden a congraciarse con Tamerlán, el señor del mundo. La ciudad y el señor formaron una hermosa simbiosis que supuso el engrandecimiento de ambos.
Continuamos nuestra visita para descubrir aquella obra del Gran Timur.

Nota sobre las imágenes en blanco y negro: Corresponden al Álbum de Turkestán, edición de la Biblioteca del Cogreso de los Estados Unidos, seción de fotografías, referencias: LC-DIG-ppmsca-09947-00176 y  322

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