El día puede dar para demasiada
playa así que nos acercamos al mercado de artesanías de Senegambia. La calle
que la noche anterior era la mejor expresión de la marcha gambiana está casi
silenciosa, los locales vacíos y la única presencia es la de los guardas o el
personal de limpieza. Domingo por la mañana.
Muchos de los puestos están aún
cerrados. Me refiero a los incrustados en los muros. Los expositores frente a
ellos están cubiertos por plásticos y amordazados por cuerdas y pulpos. Son
como instalaciones de arte de vanguardia.
Hay muy poco movimiento. Los
comerciantes se quejan de que les cobran demasiado por los locales y por la
electricidad. Sin duda, están en un lugar privilegiado y eso hay que pagarlo
porque garantiza ventas seguras.
Hemos cambiado dinero. En mi
caso, más para no ir escaso que por querer comprar algo. Me reprimo para no
caer en la tentación. Y abro los sentidos a todos los mensajes e imágenes que
ofrece ese cosmos. Es un mundo paralelo en que encuentro mujeres que bajan al
río con sus cántaros a la cabeza, guerreros de rostros marmóreos y actitud
pacífica, regimientos de elefantes que espero que no arremetan en estampida, un
gato que quizás se fuera de copas ayer y ahora duerme la resaca, máquinas de
coser que son inmortales gracias a su capa de polvo, vestidos de colores vivos
en combinaciones fascinantes, sandalias, tambores, koras, animales,
máscaras de todas las etnias, una pareja de rostros locales en madera que se
besan púdicamente, juegos de ajedrez o de un pasatiempo local.
En uno de los locales encuentro
el escudo del Madrid en madera. Le pregunto por el del Barcelona y me dice que
si quiero encargarlo. Se venden bien los de equipos ingleses. De los demás equipos
europeos hay alguna representación. Un fervoroso fan del Madrid exhibe con
orgullo un recorte de periódico con una agónica victoria del equipo gracias a
un gol de Casemiro. Por supuesto, todos son del Madrid si dices que eres
aficionado del mismo, como de otros equipos, según el cliente. El fútbol
traspasa fronteras y une a gentes diversas. Ojalá fuera un instrumento para la
paz.
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