El autobús, antiquísimo, como si
hubiera servido en los tiempos de la Fiebre del Oro, en el que hacía un calor
húmedo tremendo, cruzó la ciudad y a través de los cristales mojados fuimos intuyendo
los edificios y lugares más emblemáticos de la ciudad: la Cámara Legislativa,
las calles comerciales, la zona del colegio, el instituto y la universidad, el
aeropuerto, antiguos almacenes que se habían reconvertido en negocios de souvenirs.
Las montañas protectoras acompañaban el avance sobre la capital del estado de
Alaska, con una población de 32.000 habitantes, como un pueblo grande de la
Mancha. Aunque en 1970 acordaron el traslado de la capital a Willow, el acuerdo
nunca llegó a ejecutarse al ser su coste inasumible. El conductor, con
funciones adicionales de guía, enorme y con muy buen humor, nos fue contando
algunas anécdotas.
Leí en la guía que en el Alaska
State Capitol Building se agrupaban la Asamblea Estatal y las oficinas del
gobernador y vicegobernador. El edificio art decó estaba decorado con
motivos que ilustraban la cultura y costumbres del estado. El lugar nos recordó
a un personaje muy peculiar que había gozado de una gran popularidad: Sarah
Palin. Entre 2006 y 2009 fue la gobernadora del estado y tuvo unos niveles de aceptación
de su gestión muy altos, lo que le permitió dar el salto a la política nacional
y ser candidata a vicepresidenta de los Estados Unidos con MacCain. Fueron
derrotados por Obama y Biden. Se alineaba con el Tea Party y en algún lugar leí
que fue un buen precedente de Trump, al que apoyó incondicionalmente. Cuando
escribo esto me informan de su vuelta a la palestra política como candidata a
la Cámara de Representantes.
Cerca del Capitolio estaban el
City Museum, la State Office Building, Centennial Hall y el Alaska State
Museum, básico para ampliar el conocimiento de la historia y cultura del
estado. La casa del juez Wickershaw, que promovió una ley de Estabilidad para
Alaska en 1916 también tendrá que esperar a otra ocasión.
De camino al aeropuerto, por la
Alaska Highway pasamos por los Glacier Gardens y una piscifactoría de salmones
que permitió repoblar los arroyos de la zona. La Alaska Brewing Company
elaboraba la Alaska Amber en base a la fórmula que se hizo popular en la época
de la Fiebre del Oro. Su secreto era la excelente agua de los glaciares. Doy fe
de que estaba fantástica.
Saliendo de la ciudad la
naturaleza tomaba el testigo del protagonismo con casas salteadas que podrían
ser las de un país nórdico. Una o dos alturas, colores graciosos, madera.
Sencillez para no destacar entre los vecinos.
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